Vivimos en un mundo donde tener conocimientos, y sobre todo, tener algún tipo de documento que diga que los tenemos, es fundamental. Gran parte de nuestra vida está dictada por nuestro currículum, y éste a su vez, por nuestra eficacia en la escuela.
Sin embargo la importancia concedida a la educación formal no se debe tanto a la apreciación del conocimiento por sí mismo, sino más bien a que nuestra sociedad está orientada a la eficiencia, la competitividad, la productividad y a la ganancia. Lo que no es considerado útil no tiene valor, así que los conocimientos deben ser herramientas útiles, si no lo son, su valor es poco.
Y con valor me refiero a la apreciación social que se le da a una habilidad o a una actividad, y por extensión a las personas que las tienen o las practican.
Creo que la charla que verán a continuación tiene mucho que ver con la perspectiva estrecha que nuestra sociedad tiene sobre lo que es valioso, sobre lo que es útil. No se trata sólo de la educación y de los niños, se trata de todo nuestro mundo de expectativas y metas, se trata de nosotros.
Y es que el problema no es sólo cómo se califica en el aula, es cómo nos calificamos a nosotros mismos y a otros fuera de ella.
Creatividad, expectativas sociales y la educación
La siguiente charla quizás sea una de las más populares a la fecha, y más allá de la crítica al modelo educativo mundial que plantea, me parece que tiene que ver con un fenómeno mucho más amplio que las escuelas.
¿Qué es lo que valora nuestra sociedad? ¿Cómo calificamos a las personas: por su ocupación, por su posición social, por su poder, por su prestigio, etc.? ¿Qué tenemos en nuestras cabezas como la imagen del éxito?
Mientras el tener recursos materiales para vivir y el tratar siempre de hacer mejor las cosas tienen su importancia, las dimensiones del ser humano no deberían ser reducidas a estos factores. Y es precisamente esta reducción la que opera cuando se dejan de lado los aspectos creativos no productivos (en el sentido económico) de las personas.
Afortunadamente tales aspectos no se pueden suprimir del todo, pero no deja de ser una muestra de nuestro paradigma social que, dada la elección entre hacer lo que nos gusta y lo que nos daría más dinero, por lo general la segunda opción lleve las de ganar.
Los retos de nuestro tiempo son enormes, y muchos de esos colosales problemas tienen como origen precisamente ese énfasis y persecución de la productividad, la eficiencia y la ganancia máximas. Y si no me equivoco, ese énfasis no nos ha funcionado muy bien hasta ahora.
El reto no es tanto revolucionar el modelo educativo, sino más bien revolucionar qué es lo que consideramos valioso: El cambio del sistema educativo seguirá a tal revolución.
El ponente
Sir Ken Robinson es reconocido a nivel mundial como un experto en creatividad y educación. Nacido en Liverpool, Inglaterra y en una familia de clase trabajadora con siete hijos, Ken Robinson contrajo polio a la edad de 4 años, siendo decisivo el apoyo de sus padres para que completara su educación y no permitiera que su discapacidad lo definiera como persona.
Obtuvo el grado de Doctor por la Universidad de Londres por su investigación sobre el drama y el teatro en la educación, y gran parte de su trabajo se ha enfocado a investigar la importancia del arte en la educación formal.
Ha colaborado de forma decisiva en iniciativas enfocadas a introducir el arte y la cultura en los programas educativos de la Gran Bretaña y de Europa. Por sus logros investigando sobre la creatividad, la educación y el arte, fue nombrado caballero en junio de 2003.
Ha publicado 3 libros, uno de los cuales es mencionado en la charla y que fue publicado en enero de 2009 (no disponible en español) bajo el título "The Element"; dicha obra tiene como objetivo ayudarnos a encontrar ese punto donde nuestros talentos naturales coinciden con nuestra pasión, basándose en la idea de que todos tenemos un potencial increíble a la espera de ser descubierto.
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